Tú me habías roto el sol: de los dentados
engranajes de las constelaciones
colgaba en trozos a tocar el árbol,
casa de luz jugando a arder la tierra.
Alzaste el mar estriado de corales
y en una canastilla de heliotropos
aquí en mi falda lo dejaste al dulce
balanceo acunante de mi pecho.
Al regresar, ya de tu amor cortada,
me senté al borde de la Sombra y sola
lo estoy juntando al sol con gran cordura.
Ya se fija en su sitio; ya se caen
las olas de mi falda y avisado
reajusta al mar sañudo su rebaño.
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