Pero jamás me pidas la tristeza guardada.
(Hay una flor que late y un pájaro que llora
y para no escucharme el alba se demora
porque yo sigo siendo la nunca acompañada.)
De estar un poco mía y otro poco cansada
aquí dentro se rompe una humedad sonora;
y soy la que antes era, la de después de ahora;
la misma soñolienta mujer hecha de nada.
¡Pero jamás me toques el corazón difuso!...
(¿Por qué será, Dios mío, el único que uso?)
Perdida absurdamente en la carne que pienso
me voy volviendo pobre, pequeña como adarme,
y por saberlo todo, ya no quiero salvarme
de esta sangre que tiene un azul indefenso.
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