Habiéndole dicho al árbol
señor dejaos cortar el pelo
porque la música crece crece
y el tiempo cambia su espacio tan frecuente
bajaron las estrellas
subieron nuestro ojos
y las hojas llorando sus mañanas
no se movieron tras el agua
no se cambiaron para el tiempo
nada murió a la aparición de los violines y sus flores
Bajaron las estrellas
las cabelleras turbulentas
subieron a sus árboles
contemplaron el monte con su destino de paloma
y la cadena de los días que se enrolla en sí misma
como las lanas de la luna
El hábito no hace al monte
ni la luna hace al mar
ni la música al piano con todas sus estrellas dolorosas
es así aunque no lo pueda explicar la lluvia
ni el cansado que se duerme en sus notas
ni el que viene por la derecha con los ojos al viento
es así y las olas se alejan en puntillas
como si fueran a visitar a un agonizante
El hábito no hace al monte
ni el clavel al cielo con sus rebaños lúgubres
Pero el piano hace al mar
y las barbas blancas de las olas
hacen llorar los esqueletos de tantos siglos ahogados.
Estás inmóvil oyendo tu crecer interno
el cielo trae de la mano un viento de aromas olvidados
los sueños forman un archipiélago de deseos cautivos
islas de amores recordados y colores múltiples
cantando solas en las noches inútiles
si un beso se liberta de los labios
y cae como una lágrima
quién puede volverlo a la vida con todos sus derechos.
Allí estás oyéndote crecer
tan dulce como el sol antes que aprendiera a andar
y allí está el monte y la luna con su palomas
y el mar con sus ancianos y sus muertos
y sus músicas de alma poderosa
Allí estás oyéndote crecer
cómo la noche se te cae encima
cómo te gobia el peso de la luna.
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