Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría
preso en un octógono de insólita luz,
y todos los muchachos del amor
se cuidarían de perder la gracia.
Los rasgos de sus íntimas tinieblas
están hechos de carne, pero que venga el falso día
y que los labios de ella pierdan sus ajados colores,
que el traje de la momia muestre un antiguo pecho.
pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo;
me han dicho que piense con el latido,
que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se
acelere
hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el
caballero quieto
cuya barba se agita en el viento de Egipto.
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.
aún no ha tocado el suelo.
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