BLUES DE LA ISLA DE PAPEETE , de Raúl González Tuñón


No sé por qué una estatua musgosa, rota con un hilo

de agua verde en la podrida piedra; no sé por qué

me ha hecho recordar Papeete, adonde van a refugiarse

los fracasados de la aventura, la resaca...

¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?

Le diré que detrás de la estatua rota hay chimeneas,

usinas, niños que juegan en las rampas y desocupados

al pie de las cocinitas.

Le diré que delante de la estatua rota se extiende la rambla salada

de todos los vientos y el mar abierto de todos los caminos.

¿En que pueblo, en qué ciudad azul y olvidada, en qué ciudad

con corazón de isla he visto la estatua rota que me hizo

recordar Papeete?

¿Cuándo he visto Papeete yo, recortado en un muro sonoro,

bajo la lluvia intermitente y huidiza de los ukeleles?

Charles Simonds acaba de servirme un “Mint juleps” y luego

me tomaré un “Tom Collins”.

¿A dónde van las cartas perdidas, las fotografías de estrellas

desaparecidas, los gritos de tantos niños abandonados,

las voces desatadas de tantos imposibles amores?

¿Por qué encuentro tantos subpaisajes, tantos submundos

y nadie quiere creerme y nadie me hace caso mientras

en el Dispensario gritan las parturientas?

Si yo te llevara conmigo, si te dijera: Mira. Quizá tú, espantada,

exclamarías: “¡Madre, el vecino del segundo se ha vuelto loco!”

Y soy tan humano, impresionable y terrible como un niño.

Cuidando y observando siempre las vidas y las muertes de los otros;

sin cuidar de mi vida y de mi muerte.

Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo.

¡Lejana luna de maremoto! Sería lindo ser poeta para cantarla.

Sólo he podido verla desde un ojo de buey, porque yo estaba

en el sueño.

Y todos estamos presos en el sueño.

Y todos somos el sueño de Dios. Él nos está soñando y nosotros

creemos que verdaderamente vivimos. (Qué hermosa idea

se me ha ocurrido, pero sin duda falsa, tan falsa como mi viaje

a la isla de Papeete).

Porque cada uno es real.

Porque el alma, los sueños, el clima humano, son realidad.

Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo

y eso es también hermoso.

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