A vuestros pensamientos que sueñan
sobre sus sesos reblandecidos
como un gordo lacayo sobre un sofá grasiento
quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.
¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo
con el poder de mi voz avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia.
¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante
y ser todo labios.
¡Venid!
¡Aprended!
Mujeres que hojean los libros mojando los labios,
como cocineras repasando un libro culinario.
Dejad vuestras salas, sedas, batistas,
y la decente decencia de vuestras ligas angelicales.
Si es eso lo que queréis,
enloqueceré con la carne,
y como el cielo cambiaré de matiz.
Si es eso lo que queréis
seré intachablemente delicado.
No seré un hombre,
sino
una nube en pantalones.
No creo que exista una Niza florida.
De nuevo
glorifico
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres gastadas como un refrán.
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