TRANSFORMACIONES, de Raúl Gustavo Aguirre


Desde niño sufrí

la tiranía de los otros.

Fui dócil, aprendí,

y como un mono o un bufón

entretuve a los nobles

con mis prodigios en el piano.

Compuse con talento

según el gusto de mi época

y fui aplaudido. Pero

cierta vez un acorde

me trastornó con su misterio:

supe que el alma es infinita,

que la orfandad es infinita

y me interné por los caminos

que las arduas tinieblas

abrían ante mí.

Los míos no entendieron.

Me encontraron oscuro,

rebelde, sospechoso.

Mi padre se alarmó.

Mi mujer se ofendió.

Los archiduques me olvidaron.

Pero yo seguí solo

y me di la razón.

Fui venturoso, fui desventurado.

Canté mis melodías con los ángeles

y con los comediantes de la legua.

Después, una mañana

frígida de diciembre

me morí. Y ahora soy

la música de Mozart.

Comentarios