He esparcido el alpiste en el alféizar
para el concierto de mañana al alba.
He apagado la luz y aguardo al sueño.
Y por la pasarela ya comienza
el desfile de grandes o de pequeños muertos
que conocí en la vida. Es arduo distinguir
entre los que quisiera o no que hubiesen
regresado a nosotros. Allá, donde se encuentran,
parecen inalterables por un exceso
de sublimada corrupción. Hemos hecho
lo mejor que pudimos para empeorar al mundo.
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