Tranquilizaos. Miradme.
He dado a mi silencio siete vueltas de llave.
Verdugo de mí misma, con mi
propia violencia
voy cercenando el tallo de mi sangre;
la entraña que mantiene mis cortadas raíces,
hiriéndome en el signo por el que soy,
negándome.
La angustia que me crece no la
sabréis. Miradme.
Llevo oculto mi fuego,
mis hondas libertades.
Quiero vivir muriendo
en este denso enigma
que me resume toda en duro arcángel.
Quiero ser vuestra, sí.
Quiero ser sólo madre.
O mujer. Mujer sólo, sin reverso ni orilla
y amaros en silencio, dulce, pasivamente,
sin que lo sepa nadie.
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