Guardo, entre muchas cosas de mi etapa
infantil con su rol de palabrotas,
un libro de Salgari sin la tapa
y el pie de mi cajón de lustrabotas.
Con ellos fui el tornero de mi vida
porque junto a mi yo que era holgazán,
pude afinar el sueño en la crecida
marea de otro "yo" ganando el pan.
Por eso, hoy que mi espalda al sol tutea,
tengo, puras las manos y los ojos,
este pie de cajón que es la tarea
y este libro que es puerta sin cerrojos.
Cosas de infancia que en su jerarquía
pulen mi ociosidad, con el sincero,
fervor que ausculta cauces de poesía,
aun en mi trajinar de jornalero.
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