Tarde
de invierno.
Se desperezan mis angustias
como los gatos;
se despiertan, se acuestan;
abren sus dedos turbios
y grises;
abren sus dedos finos
de humedad y silencios detallados.
¡Bien
dormía mi ser como los niños
y encendieron sus velas los absurdos!
Ahora
el Otro está despierto;
se pasea a lo largo de mi gris corredor,
y suspira en mis agujeros,
y toca mis paredes viejas
un sucio desaliento frío.
¡La
esperanza juega a las cartas
con los absurdos!
Terminan la partida
tirándose pantuflas.
Es muy larga la noche del corazón.
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