No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Son las cosas estrictas que tocamos
las que nos prestan su difícil música.
Difícil, sí, difícil es alzarse
desde el silencio de la pena abrupta
y tocar con los dedos aún heridos
estas candentes realidades duras.
Pero lo mismo que esos pobres árboles
frente a los brazos del otoño luchan,
hemos de defender hoja por hoja
la rama viva que nos da la fruta
de la esperanza, que hace cada día.
esa naranja un poco más madura.
Contra el inevitable helor del tiempo
que con tus amantes manos la recubran.
No. No es el sueño. Es esta vida diaria
la que hay que comenzar de nuevo. Busca
en mí el esfuerzo y la sonrisa. Míralos.
(Aunque los finja por vencer tu duda.)
Porque era esto lo que contenía
aquella caja de sorpresas...
Nunca
podremos ya volver atrás. La tarde
sombra a nuestras espaldas acumula.
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