A este lado de la verdad,
no podrás ver, hijo mío
-rey de tus ojos azules
en el país cegador de la juventudque
todo está deshecho,
bajo los cielos indiferentes,
de inocencia y de culpabilidad,
antes de que te animes a hacer
algún gesto de cabeza o corazón,
todo se congrega y se derrama
hacia la oscuridad envolvente
como el polvo de los muertos.
El bien y el mal, dos formas
de moverse por tu muerte
junto al mar demoledor
-rey de tu corazón en los días ciegos-,
se esfuman como el aliento,
van llorando a través de ti y de mí
y de las almas de todos los hombres
hacia la inocente oscuridad,
y la culpable oscuridad, y la muerte
buena, y la mala muerte, y entonces
en el elemento final
vuelan como la sangre de los astros,
como las lágrimas del sol,
como la simiente de la luna, basura
y fuego, la alada grandilocuencia
del cielo –rey de tus seis años-.
Y la perversa voluntad,
desde el principio de las plantas
y los animales y las aves,
agua y luz, la tierra y el cielo,
está echada antes de que tú te animes
y todos tus actos y tus palabras,
cada verdad, cada mentira,
mueran en un amor que no juzga.
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