Aquí llegaba Zapaquilda, cuando
Marramaquiz, celoso, que mirando
estaba desde un alto caballete
tan gran traición, colérico arremete,
y echa veloz, de ardiente furia lleno,
una mano al papel y otra al relleno.
Garraf se pasma y queda sin sentido,
como el que oyó del arcabuz el trueno
estando divertido,
a quien el ofendido
tiró una manotada con las fieras
uñas, de suerte, que formando esferas
por la región del aire vagaroso
le arrojó tan furioso,
que en el claro cristal de sus espejos
pudo cazar vencejos
menos apasionado y más ocioso.
No de otra suerte el jugador ligero
le vuelve la pelota al que la saca ,
herida de la pala resonante;
quéjase el aire, que del golpe fiero
tiembla, hasta tanto que el furor se aplaca,
y chaza el que interviene, el pie delante.
El gatazo arrogante, sin soltar el relleno despedaza
el papel, que en los dientes
con la espuma celosa vuelve estraza,
y a Zapaquilda atónita amenaza.
Como se suele ver en las corrientes
de los undosos ríos quien se ahoga,
que asiéndose de rama, yerba o soga,
la tiene firme, de sentido ajeno,
así Marramaquiz tiene el relleno;
que ahogándose en congojas y desvelos,
no soltaba la causa de los celos.
¡Oh cuánto amor un alma desespera,
pues cuando ya se ve sin esperanza,
en un relleno tomará venganza!
Mas, ¿quién imaginara que pudiera
dar celos el amor, en ocasiones,
con rellenos de huevos y piñones?
Mas ¡ay de quien le había
hecho para la cena de aquel día!
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