Estaba rodeado,
había conseguido mentirle a todo el mundo:
A los traficantes de drogas
les había hecho creer que yo era un consumidor.
A los llamados drogadictos les hacía creer que era médico,
a los médicos, les hacía creer que estaba sano.
A mi mamá no le puedo hacer creer nada
porque mi mamá está muerta.
Pero, a mi mujer, ¡le hacía creer cada cosa!
Un día la encontré distraída y le dije:
mis versos son todos para ti.
Y ella siguió distraída, mirando la historia
y me dijo: Nunca pensé otra cosa.
Y, cuando casi lamentándome,
le dije: Mi amor, mi amor.
Ella me contestó: Aunque no fuera por amor,
igual me haría bien.
Al historiador le dije que, aún, no había nacido,
al sepulturero que, aún, no había muerto,
y a mi amada, a mi amada le dije a lo Gardel:
Te amaba tanto, piba, que se rompió mi canto.
Y, una tarde, al violín le hice creer,
al pobre, que el agudo era yo.
le hice creer al diablo que era el mejor de sus soldados,
pero el dolor de la mentira era verdadero,
porque también le hice creer a Dios
que yo era el más santo de sus fieles.
Y, también, me mentí a mí mismo,
cuando me dije: Yo soy feliz.
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