TENGO UN MIEDO TERRIBLE DE SER UN ANIMAL, de César Vallejo

 


Tengo un miedo terrible de ser un animal

de blanca nieve, que sostuvo padre

y madre, con su sola circulación venosa,

y que, este día espléndido, solar y arzobispal,

día que representa así a la noche,

linealmente

elude este animal estar contento, respirar

y transformarse y tener plata.

Sería pena grande

que fuera yo tan hombre hasta ese punto.

Un disparate, una premisa ubérrima

a cuyo yugo ocasional sucumbe

el gonce espiritual de mi cintura.

Un disparate... En tanto,

es así, más acá de la cabeza de Dios,

en la tabla de Locke, de Bacon, en el lívido pescuezo

de la bestia, en el hocico del alma.

Y, en lógica aromática,

tengo ese miedo práctico, este día

espléndido, lunar, de ser aquél, éste talvez,

a cuyo olfato huele a muerto el suelo,

el disparate vivo y el disparate muerto.

¡Oh revolcarse, estar, toser, fajarse,

fajarse la doctrina, la sien, de un hombre al otro,

alejarse, llorar, darlo por ocho

o por siete o por seis, por cinco o darlo

por la vida que tiene tres potencias.

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