4
Viene el aire y pregunta:
-¿Quién eres tú?
La tierra que me alberga, contesta:
-Es un adolescente, asesinado
hace ya cuatro décadas y media, en una calle.
Tenía madre, padre, hermanos y un oficio.
Era digno y resuelto como un pájaro.
También era muy pobre. Sin embargo, reía
con esa risa fresca de los niños
que aman el corazón de la mañana,
la aventura, los grillos y las locomotoras
que dan el horizonte en sus silbatos.
Era igual que una ráfaga. Su vida,
esparcida entre amigos, traía una bandera
de pan, de manos sueltas, de voces fraternales.
Su vida era un saludo de campana y de hoguera,
cordial como esa música de acordeón en la noche.
Su escudo era el escoplo, la garlopa y la gubia.
Quería a una muchacha con el nombre de un sueño
y al cielo que en su barrio tuteaba a las palomas,
el agua de los charcos,
las veredas, el cerco, la casa de los pobres.
Un primero de mayo, mil novecientos nueve,
un proyectil de máuser
lo tumbó sobre el barro de Céspedes,
esquina Álvarez Thomas. Se llamaba José.
Su apellido español verdece en un romero.
Viene el aire y pregunta:
-¿Quién eres tú, contesta?
-Apenas soy un hombre. La edad no la recuerdo.
Sólo sé que al nacer, mi padre, con el júbilo
de un muchacho, brindó por mi llegada.
Creo que lleva el nombre de Alem aquella fecha.
Mi destino nació señalado en la pólvora.
Viene el aire y pregunta:
¿Quién eres tú?
La tierra que me alberga, contesta:
-La mañana, infinita, en su tumba fulgura.
Comentarios
Publicar un comentario