LA PRISIONERA, de Enrique Molina

 


Perro

no toques esos senos donde las más delicadas violetas orgánicas serán un hervidero

de escorpiones un ladrido baldío en la ribera caliente de esa sirvienta de las hojas que

ha trabajado tanto

para esas flores enormes del martirio

para los arrozales

con el gatillo del pantano al rojo vivo del silencio y a terrible

prisionera

no cae no cede únicamente insulta

con su gemido de supliciada

Perro

no toques ese pelo mordido por la lluvia entre las lentas

pantallas del follaje

en la sombra de la injusticia

ella

la empecinada la desnuda

entre las hojas cómplices

No toques ese cuerpo conectado a las fibras de un pueblo de dientes fulgurantes

conectado a la savia y a la luna que recoge esos muertos de una negra cosecha al grito

del amor y del monzón al alarido del soldado consumido por un soplo de gelatina

ardiente

Esa presa es tantálica

como el país sin sueño que defiende

ese país de plantaciones de ocio que se contagia de hoja en hoja

Esa presa es tantálica

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