Vayan,
canciones mías, al insatisfecho y al solitario,
vayan también al
neurótico, vayan al esclavo de toda convención,
llévenles mi
desprecio por sus opresores.
Vayan como una gran ola de agua
fresca,
lleven mi desprecio por los opresores.
Hablen
contra la opresión inconsciente,
hablen contra la tiranía de los
que no tienen imaginación,
hablen contra las ataduras,
vayan a
la burguesa que está muriendo de hastío,
vayan a las mujeres de
los barrios residenciales,
vayan a las horrorosamente
casadas,
vayan a aquellas que disimulan su fracaso,
vayan a las
desafortunadamente emparejadas,
vayan a la esposa comprada,
vayan
a la mujer comprometida.
Vayan
a aquellos que tienen una delicada lujuria,
vayan a aquellos cuyos
delicados deseos se frustraron,
vayan como una plaga sobre lo que
es insulso en todo el mundo;
vayan con su filo contra
esto,
refuercen las sutiles cuerdas,
traigan confianza a las
algas y tentáculos del alma.
Vayan
de manera amistosa,
vayan con un discurso transparente.
Estén
ansiosos de encontrar nuevos males y un nuevo bien,
estén en
contra de todas las formas de opresión.
Vayan a quienes se han
complicado con la mediana edad,
a quienes han perdido el
interés.
Vayan a los adolescentes a quienes asfixia la
familia…
¡Oh, qué horroroso es
ver tres generaciones de una
Casa reunidas!
Es como un viejo árbol con brotes
y algunas
ramas podridas y cayendo.
Salgan
y desafíen la opinión,
vayan contra este vegetal cautiverio de
la sangre.
Estén contra toda clase de perpetua herencia.
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