¿Qué
puede detenerse aquí?
El avión ha partido. Cien años después
están comiendo en la misma posada,
una fuente de mariscos y vino,
doña Rosa, mujer de don Manuel, negra y de grandes
nalgas,
vierte jugo de limón en el vaso de cachaza, junto al mar.
Te ha despertado el ruido del agua, lluvia caliente,
y vidrios empañados, palabras susurradas en la penumbra,
no se sabe de dónde llegan estas flores, muebles
desvanecidos,
y el eco del tiempo retumbando en la sangre lasciva.
Su cuerpo, con lentitud,
relata una larga historia, relaciones más o menos fortuitas
en playas o viajes, en casas de campo
con nocturnas hogueras,
y mutaciones, arrebatos, desconciertos, sorpresas.
El avión ha partido. Cien años después
están comiendo en la misma posada,
una fuente de mariscos y vino,
doña Rosa, mujer de don Manuel, negra y de grandes
nalgas,
vierte jugo de limón en el vaso de cachaza, junto al mar.
Te ha despertado el ruido del agua, lluvia caliente,
y vidrios empañados, palabras susurradas en la penumbra,
no se sabe de dónde llegan estas flores, muebles
desvanecidos,
y el eco del tiempo retumbando en la sangre lasciva.
Su cuerpo, con lentitud,
relata una larga historia, relaciones más o menos fortuitas
en playas o viajes, en casas de campo
con nocturnas hogueras,
y mutaciones, arrebatos, desconciertos, sorpresas.
Pero
no como ausencia, como una sinfonía más bien,
una orgía
de apasionadas imágenes que llenan de un sueño,
de lluvias y cosas que brillan, un acorde
casi inhumano,
mientras enciende un cigarrillo.
Y sus pechos tan suaves para hablar de la muerte.
una orgía
de apasionadas imágenes que llenan de un sueño,
de lluvias y cosas que brillan, un acorde
casi inhumano,
mientras enciende un cigarrillo.
Y sus pechos tan suaves para hablar de la muerte.
Así,
a la orilla de un río, se está tendido en la hierba,
solitario de nacimiento,
pensando en su risa, lejos de la salvación eterna.
solitario de nacimiento,
pensando en su risa, lejos de la salvación eterna.
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