También el pobre bobo
que tiene un ojo destrozado,
sanguinoliento,
guiñándome el otro, rememora su sueño.
Agudos ojos, incluso
veían de noche;
y era inútil que las
casadas apagasen la luz .
Como un gato. Los pájaros
pasaban volando
más allá de las nubes,
pero él los alcanzaba
como a nueces en el
árbol. En invierno, al raso,
veía las montañas de
hielo en la luna.
Tenía grandes músculos:
cargaba quintales
antes de tener bigote.
Durante un día entero
soportaba el aguacero -
que le hacía humear la piel -
y ni siquiera tosía. Con
él, las muchachas
estaban más que
contentas: las dejaba como muertas.
En las pendencias, dejaba
como muerto al rival:
al morir de aquel modo,
pero su rival abatido
no regresiba. Para vivir,
se precisa coraje.
Y por cada rival que
mordió el polvo
hay un bastardo más bajo
el sol.
Cada vez
se imagina que sus hijas
son más bellas y sus hijos más
altos;
tienen todos ojos de
gato. Los sueña por la noche .
El hijo verdadero, que le
acompaña, da miedo:
uno no se pasa el verano
rascándose los piojos
sin llenarse de costras.
Se diría que cada uno de ellos
devora los huesos del
otro. El pequeño es también bizco,
pero comprende. Recoge
las colillas y se las fuma.
También el pobre bobo
fumaba, en su época,
cuando tenía mujeres y
vista. Comía
todos los días, servido
por una hermosa joven,
que también le daba
vino. Hasta que se percató un día
de que era bobo y desde
entonces el muchacho le guía
por la vía pública, de
una mañana a otra.
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