"Del generalísimo Franco
decía por ahí la gente que no era inmortal, sino inmorible, tanto
tardaba en entregar a Dios su alma y su mano casi paralítica de
firmar penas de muerte. Pero esta vez no iba a poder hacerlo, pues
aquellos seis bravísimos vascos del proceso de Burgos levantaron en
el mundo tal oleada de protestas que se lo impidió. Se llamaban
Izko, Uriarte, Larena, Gorostidi, Onaindia y Dorronsoro. Yo me
apresuré a escribir un breve poema - “Condena” - en el que
predecía que si los mataba ellos serían los seis clavos de su caja,
los que clavarían su vida para siempre.
Mi poema, que apareció
en los diarios de Italia, al día siguiente lo publicaron, en
diversos idiomas, los mejores periódicos del mundo. A España voló
clandestinamente, corriendo en miles de copias por todas partes. Me
enteré más tarde, por alguien que lo presenció, que en un consejo
de ministros, ante el Caudillo, Sánchez Bella mostró una copia,
para demostrar que eran sólo los comunistas los que habían desatado
la campaña en favor de los vascos. Nunca me he sentido más
orgulloso de ser un poeta comprometido. Hasta vi, por la televisión
italiana, cómo iba presidiendo, en una enorme pancarta, una gran
manifestación en Londres ante la Embajada Española."
Si los condenas a muerte,
si los matas,
ellos serán los seis
clavos
de tu caja,
los seis clavos de tu
vida,
los últimos, si los
matas.
Ellos serán los seis
clavos,
los últimos, de esa
España
que sólo sabe de muerte,
triste España
que sólo existe en el
mundo
cuando la muerte habla,
cuando sólo
por ti la mano levanta
para matar, pues la
muerte
es la vida de esa España.
Pero los mates o no,
tu muerte está ya
cercana.
Ya estás muerto, muerto,
muerto,
ya en la tapa
de tu ataúd hay seis
clavos
que la clavan,
que para siempre la
clavan.
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