Si el tiempo no estuviera
raído de venganza,
si no hubiesen ahorcados en el atardecer,
si no estuviéramos
a mil novecientos cincuenta y ocho
en Cuba.
Si la Sierra no fuese mi propia entraña,
yo podría
decir que te amo.
Pero es que parpadeo
y se me borra un campesino, un niño del alba,
y la pequeña trampa de ternura
con que te esperaba
se deshace...
Pero es que me detengo a contar los tomeguines
y un avión interfiere la gracia;
entonces me deshago de tus muslos,
de tu importancia,
y arranco los anuncios de nuestro amor.
Porque, di:
a esta hora,
cuando los muertos de mañana nos dan la mano
y la guitarra no es una parte de la música
y caen ametrallados los papalotes de los niños;
a esta hora,
cuando se acaban los pañuelos en las madres
y el manisero fulge como lágrima,
a esta hora del castigo
y el arresto,
de la huelga y el sabotaje,
del despedirse;
a esta hora de la América empinándose;
a esta hora tuya y mía
y de los otros,
di...
¿no se malogra el beso en los amantes?
Si la luna no estuviera temblando
de injusticia,
si el ojo de la abeja no duplicase el arma,
yo podría decir que te amo;
pero ha sonado la guerra
y todos los alfileres se declaran.
No me toques...
Granada taciturna,
estallaré para la patria.
Comentarios
Publicar un comentario