Ferviente es la tarde de nubes enmohecidas
verde el galán de alcoba que sostiene mi alma almidonada
efluvios de congojas que parten
ateridas por el frío del semblante de tu pechera
Pedazos del ocaso vertidos
en el cuscurreante deslizar de mi mano seca
empapan momentos de rabia contenida
esperando la humedad de un beso
El crujir de las enaguas aviva los rescoldos
centellean ya en el pozo de los anhelos
¡Ánimas sin rostro!
Trepan arañando los filos de mis entrañas
y despiertan mariposas de entre las rocas
pintando el vacío oscuro y tenebroso.
Trémula carne deshabitada
una maraña de venas recientes
anudan los suspiros del ayer
y raudos instalan el puente hacia tu templo.
Laura López
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