EL PERRO RABIOSO, de Rafael Alberti






Muero porque las pulgas me inoculen
la sangre de los perros más rabiosos,
me vuelvan los colmillos venenosos
y el hombre que hay en mí me lo estrangulen.
Que ni el odio y la furia disimulen
cuanto de hirientes, graves, peligrosos
son mis serios arranques rencorosos,
sin puños que los frenen y regulen.
Época es de morder a dentelladas,
de hincar hundiendo enteras las encías,
contagiando mi rabia hasta en la muerte.
Revolcándose, mira inoculadas
aullar las horas de los malos días,
por morderlas ¡oh Tiempo! y por morderte.

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