PERO LA VERDAD ES ÉSTA, de Nicolás Olivari





Me detuvo el espejo,
—el helado espejo de tu cámara pobre—
haciendo muecas para fingirme alegre.
Estoy siempre triste, pero, amigo,
yo te niego
derecho a entrar en mi tristeza.
Sufro como una bestia y esta tarde y siempre,
vengo de mis raros paseos de extramuros
con el alma achatada como las casas;
tienen
mis ojos, un pavor antiguo.
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza la vera tristeza, está degenerada,
existen poetas que son tristes por el oficio,
hay otros que lo son porque no son nada.
Yo tengo una tristeza sin vuelta de hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento
se ensaya en el amor.
Mi tristeza es una muchacha con delantal,
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos.

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