UN CUERPO NO TIENE NOMBRE, de José Ángel Valente






Y ahora, una y otra vez, volver
a la misma palabra
como el nocturno vientre de la hembra.
Volver, bajar en círculos concéntricos,
igual que el ave cae desde muy lejos
sobre la palpitante entraña de su presa.
Y ahora volver, forzar la resistencia
con que secreto encierra su semilla
el corazón del fruto.
Abatirse, caer, como la zarpa busca
el apretado ramo de las venas,
sobre tu amurallado sueño,
sobre tu sangre interminable.

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