EL ESPEJO, de José Ángel Valente





Hoy he visto mi rostro tan ajeno,
tan caído y sin par
en este espejo.
Está duro y tan otro con sus años,
su palidez, sus pómulos agudos,
su nariz afilada entre los dientes,
sus cristales domésticos cansados,
su costumbre sin fe, sólo costumbre.
He tocado sus sienes: aún latía
un ser allí. Latía. ¡Oh vida, vida!
Me he puesto a caminar. También fue niño
este rostro, otra vez, con madre al fondo.
De frágiles juguetes fue tan niño,
en la casa lluviosa y trajinada,
en el parque infantil
-ángeles tontos-
niño municipal con aro y árboles.
Pero ahora me mira -mudo asombro,
glacial asombro en este espejo solo-
y ¿dónde estoy -me digo- y quién me mira
desde este rostro, máscara de nadie?

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