IMÁGENES DEL VIAJE Y DE LA MONTAÑA, de Dino Campana




… después de que en la sorda lucha nocturna
La más poderosa alma segunda rompiera nuestras cadenas
Nos despertamos llorando y era la azul mañana:
Como sombras de héroes navegaban:
Ninguna sombra del alba en los puros silencios
Del alba
En los puros pensamientos
Ninguna sombra
Del alba ninguna sombra:
Llorando: jurando fe al azul.
· · · · · · · · · · · · · · ·
Parece joven aún la pálida mujer sentada
Sobre la última cuesta cerca de la antigua casa:
Ante ella se sueltan los valles inciertos
Hacia las soledades altas de los horizontes:
La gentil canosa el cuco escucha cantar.
Y el sencillo corazón probado de los años
A las melodías de la tierra
Escucha quieto: las notas
Llegan, continuas y ambiguas como a través de un velo de seda
 
De selvas oscuras el torrente
Acomete y con aletargados remolinos el recinto de rocas
Lame y lo envuelve de un aéreo celeste...
Y el cuco cuela más lento dos notas veladas
En el silencio azulado
· · · · · · · · · · · · · · ·
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El aire ríe: la trompa retumba los montes
En el valle: la masa de los escurridores
Se suelta: tiene vivos saltos; nuestros corazones
Brincan: y grita y traspone los puentes.
Y desde las alturas a los infinitos albores
Vigilantes, calan temerosos por los montes,
Trémulos y vagos en las vivas fuentes,
Los ecos de nuestros dos sumisos corazones...
Han atravesado una larga teoría:
En el aire no sé qué báquico canto
Suben: y detrás de ellos el monte atruena:
· · · · · · · · · · · · · · ·
Y se distingue su verde canto.
· · · · · · · · · · · · · · ·
Andar, de las aguas a los remolinos, por el inclinado
Valle, en el sordo murmurar rozado:
Seguir un ala cansada por el inclinado
Valle que se aleja y vuelve: desolado
Andar por los valles, ¡hasta que en azulada
Serenidad, de las ásperas rocas influjo
Una Aldea de dispares torres grises
En el cambiante pensamiento aparece y se esfuma,
Sobre el árido sueño, serenamente!
¡Oh si como el torrente que roe
Y reposa en un azul igual,
Si semejante a tus muros el Alma
A la nada proclive en su andar fatal,
Si a tus muros con paz cristalina
Tender pudiera, en una paz igual,
Y el recuerdo reflejar de una divina
Serenidad perdida oh tú, inmortal
Alma! ¡Oh tú!
· · · · · · · · · · · · · · ·
· · · · · · · · · · · · · · ·
La mies, cómplice del misterioso coro
Del viento, en calles de largas olas tranquilas
Muda y gloriosa por mis pupilas
Suelta el regazo de las luces de oro.
¡Oh Esperanza! ¡Oh Esperanza! ¡a millares y millares
Brillan los frutos en verano! ¡un coro
Que es mágico, es por su murmullo, canoro
Que vive por miríadas de chispas!...
 
Aquí está la noche: y de pronto me vigilan
Luces y más luces: y yo lejos y solo;
Quieta está la mies, hacia el infinito
(Quieto el espíritu) van muchos cantos
En la noche: en la noche, un pacto: Sólo
Sombra que vuelve, que había partido...
 

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