NAVEGA, de León Felipe

 


Arrodíllate y reza.
No. Navega,
navega sobre tu llanto.

Marinero:
lágrimas,
lágrimas,
lágrimas...
la nube... el río... el mar.

Que no me tejan pañuelos
sino velas.
Que no me consuele nadie,
que no me enjuguen el llanto,
que no me sequen el río.
Lloro para que no se muera el mar,
mi padre el mar, el mar
que rompe en las dos playas,
en las dos puertas sin bisagras del mundo,
con el mismo sabor viejo y amargo
de mi llanto. Yo soy el mar.
Soy el navegante y el camino,
el barco y el agua...
y el último puerto de la ruta.

Y allá,
más allá del mar...
al final de mis lágrimas
está la isla que busca el navegante.

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