EL LAMENTO DE ZIZI, de Gregory Corso



Estoy enamorado del mal de la risa
Me haría mucho bien si me diera
He vestido los espléndidos vestidos del Sudán
he cargado las magníficas halivas de los Hnos. Boudonin
he besado a las Fátimas cantadoras del padrote de Adén,
he escrito salmos gloriosos en el café de Hakhaliba,
pero nunca tuve el mal de la risa
entonces ¿de qué sirvo?
El gordo mercader me ofrece opio, kief, hachís,
incluso jugo de camello…
todo es insatisfactorio…
¡Oh maldita noche amarga! ¡Tú otra vez! ¿Aún debo
arrancarme los dientes irreales
desvestir mi ser incapaz de reír
poner a dormir esta cabeza melancólica?
No soy nada sin el mal de la risa.
Mi padre la tuvo, mi abuelo la tuvo;
seguramente mi Tío Fez la tendrá pero yo, yo
a quien le haría el mayor bien,

¿alguna vez la tendré? 

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