CEPO, de Ernestina de Champourcin

 


La tarde, flexible y larga,
se anudó estrechamente
al latir de mi garganta.

Suave, ligera,
¡cómo tiraba!
¡Qué sordo crujir de nervios
y de palabras!

Los pinos me hundieron sus agujas;
un embrollo de zarzas
tejió un collar ceñido
sobre mi piel tostada.

Ya la tarde se iba;
pero, cuánto apretaba.
me arrastró hacia el mar
sujeta con los grillos
de la nube soñada...

¿El sol querría al morir
que yo le acompañara?

Comentarios