EL BRAZO, de Edgar Bayley

Entrega tu sueño

al pájaro del alba.

Tú ya no puedes penetrar el aire.

Vuelve

con los brazos abiertos,

en silencio.

No despiertes al mar.

Entrega tus tambores.

No te expliques nada,

deja al cielo la noche.

Ya es hora.

Cada recuerdo queda

con su guerrero propio.

No te expliques nada,

no pidas el rescate

ni la palabra justa.

El nido abre su piel

para alojar tu voz.

La rosa del viento

aclara tu alfabeto.

Los coros descienden

a la luz de otra luna.

 

Yo entrego mi temor

y la esperanza.

Toda noche vuelve

al borde del espejo.

 

Vuélvete,

deja tu nombre

y tu defensa.

En el claro del viento

otra palabra te sorprende.

Los árboles giran

quince años atrás.

La espesura del alba

ha cambiado los tiempos.

 

Abandona más todavía;

espanto,

trinos,

el agua de siete colores,

tu mano sumergida,

aquella rosa,

estos labios

y el sombrero

de los cuatro puntos cardinales.

 

Deja fluir tu brazo

sobre el mundo.

Nada más que tu brazo.

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