CUANDO MIS LABIOS SE CANSEN, de Germán Pardo García

Cuando mis labios se cansen, porque también los labios sienten

sideral fatiga,

imitaré a los vagabundos:

pondré sobre los hombros mis grises pertenencias,

y seguido por un cortejo de azules moscas

y canes indigentes,

me alejaré por un suburbio triste, sacudiéndome el polvo

de la vida y los astros,

hacia un amarillo bosque

donde mi espíritu no sufra;

hacia uno de esos maravillosos bosques

otoñales,

a soñar.

Me habré cansado ya de hacer surgir el sol,

cual Orfeo

al resonar de mi silvestre cántico,

y no convocaré ciervos ni alondras

para cantarles mi pasión de vida.

El arpa polífona será monocorde leño,

o estará rota y olvidada.

Sin ella ambularé sordo y cegado,

pues con sus cuerdas excitadas oigo

y sus sentidos espumantes veo,

mas no podré escuchar ni percibir entre las

nubes,

la cabellera de Eurídice pasando.

¡Ya para qué la luna, amiga siempre ecuánime,

y el prestigio de los luceros

y la soberbia de Saturno!

Me abasteceré de cualquier limosna aérea;

del hurto a frutales cultivos

o del casual encuentro con otro celeste vagabundo.

¡Viviré de astrales misericordias,

yo, el usurpador de un laurel dinástico

que en un jardín de celuloide brilla!

¡Yo, un divino haragán!

¡Qué fácil no sentirme fundador de un imperio danzante

regido por arrebatadoras músicas,

ni organizador de nuevas y azules jerarquías!

¡Qué cansancio,

y qué alivio

no sentir al Misterio gravitar en mis hombros!

¡Yo, un vagabundo del espacio,

estaré en el final de mi carrera!

Inútiles las preguntas incesantes: ¿qué he sido,

qué perturba mi calma, qué mi nombre fustiga?

¿Habré llegado al preciso límite

donde la soledad se vuelve música?

¡Para qué preguntarlo, si ya el sueño me agobia

con el último sueño!

Bostezaré como el vagabundo

cuando se acuesta entre su séquito de moscas y de canes.

Consultaré a las nubes: ¿será larga la noche

que arropará mi pródigo descanso?

¿Nadie entendió en el mundo

que fue solar mi vagabundería

y el lodo gris de mis zapatos, hímnico?

Volveré a bostezar cósmicamente

y a decir: ¡hasta pronto, jilgueros,

y vosotros, vulgares amigos!

Mas, antes de dormirme para siempre,

formaré con espartos y sucios cordones,

un arpa humilde, un arpa,

y la dejaré sobre mi pecho para que ahí,

tendido,

vuelto a la vagancia eterna,

el viento cante y cante

sobre mi ser y mi vestido astroso;

y el sol, por mí siempre invocado,

retorne y cante

y cante

sobre mi paz de taciturno Orfeo,

porque yo soy el pulsador de universales

cítaras.

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