CRUJE LA TIERRA, RUEDA HECHA PEDAZOS de José Martí


Cruje la tierra, rueda hecha pedazos

La ciudad, urge el miedo a la concordia.

Siervo y señor confúndense en abrazos:

Bosques las calles son, bosques de brazos

Que piden al Señor misericordia.

La soberana espira bambolea,

El pórtico corintio tiembla luego,

Vota y jura la gente, el suelo humea

Y sobre el llanto y el pavor pasea

De torre en torre el misterioso fuego.

¿Quién es, quién es? ¿quién puede en un minuto

Revolcar en su polvo a las ciudades,

Trocar al hombre en espantoso bruto,

Echar la tierra sobre el mar enjuto,

Aventar como arena las edades?

Ya vuelve, ya adelanta, crece, oscila

El suelo como un mar, se encrespa, ruge.

Hincha el lomo, entreabre la pupila,

Cuanto quedaba en pie rueda o vacila:

Ya se apaga, se extingue, ronca, muge.

La ciudad, como un árbol, se deshoja,

Cortados a cercén vuelan los techos,

Se abre la tierra blanda en cuenca roja

Y a las madres, del mundo en la congoja

Se les seca la leche de los pechos!

Salta una novia de la alcoba nueva

Donde el naranjo fresco florecía:

Muerta a su espalda el novio se la lleva:

Párase, ve el horror, en negra cueva

Rompe el suelo a sus pies, y a ella se fía.

Abatido el poder, pálido el mando,

El más bravo allí trémulo ejemplo

De pavura mortal: huye llorando

Un clérigo infeliz: danzan temblando

Sobre el altar los santos en el templo.

Al lívido reflejo de las luces

Vese allí un pueblo orando por sus vidas,

Unos a rastras van; otros de bruces

Piden merced a Dios, junto a las cruces

De las torres magníficas caídas.

Todos quieren vivir: ¡mas se ha notado

Que no hay uno allí que ve de más la vida;—

Uno en el pueblo entero!—un desterrado

Que a anodadar su cuerpo quebrantado

A las torres y pórticos convida.

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