OTROS TIEMPOS, de Cesare Pavese



También el pobre bobo que tiene un ojo destrozado,
sanguinoliento, guiñándome el otro, rememora su sueño.


Agudos ojos, incluso veían de noche;
y era inútil que las casadas apagasen la luz .
Como un gato. Los pájaros pasaban volando
más allá de las nubes, pero él los alcanzaba
como a nueces en el árbol. En invierno, al raso,
veía las montañas de hielo en la luna.


Tenía grandes músculos: cargaba quintales
antes de tener bigote. Durante un día entero
soportaba el aguacero - que le hacía humear la piel -
y ni siquiera tosía. Con él, las muchachas
estaban más que contentas: las dejaba como muertas.
En las pendencias, dejaba como muerto al rival:
al morir de aquel modo, pero su rival abatido
no regresiba. Para vivir, se precisa coraje.
Y por cada rival que mordió el polvo
hay un bastardo más bajo el sol.


Cada vez
se imagina que sus hijas son más bellas y sus hijos más
altos;
tienen todos ojos de gato. Los sueña por la noche .
El hijo verdadero, que le acompaña, da miedo:
uno no se pasa el verano rascándose los piojos
sin llenarse de costras. Se diría que cada uno de ellos
devora los huesos del otro. El pequeño es también bizco,
pero comprende. Recoge las colillas y se las fuma.
También el pobre bobo fumaba, en su época,
cuando tenía mujeres y vista. Comía
todos los días, servido por una hermosa joven,
que también le daba vino. Hasta que se percató un día
de que era bobo y desde entonces el muchacho le guía
por la vía pública, de una mañana a otra.


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