No hay nada como el sol de fin de año,
amable cuanto puede en este mundo
para con piedras, hombres, bestias, pájaros,
todo –salvo la nieve- cuanto toca,
bien sea en la ciudad o en la montaña.
Me abriga el muro sur: es ya noviembre
pero nunca ha brillado como ahora
el sol, mientras las últimas ciruelas
caen de la rama tras la última tormenta
al agitarse un estornino que ahora silba
lo que antes el vencejo. Aunque no olvido
que nada hay como el sol de marzo, abril
o julio, o junio, o mayo, o el de enero,
o febrero, tan bello. Pero agosto
y septiembre y octubre, sí, y diciembre,
tienen también sus días diferentes.
Ningún día de un mes que yo haya dicho
o que pueda decir si vivo mucho
diré: “No hay nada como el sol de hoy”.
No hay nada como el sol hasta que estamos muertos.
amable cuanto puede en este mundo
para con piedras, hombres, bestias, pájaros,
todo –salvo la nieve- cuanto toca,
bien sea en la ciudad o en la montaña.
Me abriga el muro sur: es ya noviembre
pero nunca ha brillado como ahora
el sol, mientras las últimas ciruelas
caen de la rama tras la última tormenta
al agitarse un estornino que ahora silba
lo que antes el vencejo. Aunque no olvido
que nada hay como el sol de marzo, abril
o julio, o junio, o mayo, o el de enero,
o febrero, tan bello. Pero agosto
y septiembre y octubre, sí, y diciembre,
tienen también sus días diferentes.
Ningún día de un mes que yo haya dicho
o que pueda decir si vivo mucho
diré: “No hay nada como el sol de hoy”.
No hay nada como el sol hasta que estamos muertos.

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