ALTAZOR, TEMBLOR DE CIELO de VICENTE HUIDOBRO


Yo sería capaz de llorar en el amanecer por verte sonreír.
Sería capaz de mendigar el saludo del espectro que camina
solemne hacia la edad de piedra.
Bien lo sabes, por ti pasaré como un reflejo de selva en selva.
¿Qué más quieres?
Dos cuerpos enlazados domestican la eternidad.
Y es preciso ponerse de rodillas.
Entonces el castillo se convierte en una flor, el ojo se convierte
en un río lleno de barcas y toda clase de peces.
El piano se convierte en una montaña, el mar en una pequeña
alcachofa que gira como un molino.
Los nervios se convierten en un árbol lleno de temblores y
sus temblores se propagan en l anoche de trecho en trecho
hasta el infinito.
El cerebro rueda cuerpo abajo y se va no sabe dónde. Al
mismo instante las selvas huyen a la desbandada.
Empieza el suplicio de los huesos con su saco de nubes a
cuestas, bajando desde la cumbre de la matriz silenciosa,
triste como el pájaro de una bruja, como la flor amenazada
en la noche.
Preparado por la soledad todo es posible. Desde luego
colgada de cada lámpara una mujer se mece en el aire
que respiramos. Sale una música de cada cuadro en la pared,
puesto que sabemos que todo paisaje es un instrumento musical.
Y detrás de cada puerta hay un esqueleto impaciente que espera.
La noche llora en su retiro completamente abandonada.
La noche que te auscultaba el corazón. La noche ¿te acuerdas?
Cuando las cortinas tomaban forma de orejas y forma de párpados
con pestañas de silencio. Entonces yo me inclinaba sobre ti como
en una mesa de disección, hundía en ti mis labios y te miraba;
tu vientre semejante a una herida viva y tus ojos como el fin
del mundo.
Arrastrados por la soledad, Isolda, nos sumergimos en la noche

que nos esperaba al pie de la casa..

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